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¿Y POR QUÉ NO?

POR QUÉ RAJOY SE EQUIVOCA

POR QUÉ RAJOY SE EQUIVOCA

Han pasado ya unos días para la reflexión. No voy a despotricar en caliente contra la actitud del señor Rajoy el 27 de mayo en el Congreso de los Diputados cuando se votaba la aprobación de las difíciles, duras e impopulares  medidas contra la crisis. También se  les pueden atribuir otros adjetivos: necesarias, imprescindibles y, eso es lo que espero, eficaces a corto y medio plazo. El no porque no, y el quítate tú para ponerme yo es un gesto inmaduro, egoísta y corto de miras. No ha sabido estar a la altura.

 

En septiembre de 2008 quebró Lehman Brothers, el mayor emporio financiero de Estados Unidos. Los gurús de los Parquets, los visionarios de la oportunidad inversora, los crupiers de nuestra economía mundial no pudieron preverlo.

 

Todo estalló, financieramente, que podría pensarse que es como un estallido virtual, pero que no es así.

 

Si el gran dios fallaba, si el gran dios mentía, ¿de quién podía uno fiarse? Había quien vendía humo, y eso a la larga, huele y se descubre.

 

Los bancos empezaron a diluirse, a desaparecer. Se hacían pequeñitos, no podían dejar dinero a nadie (ni a familias, ni a empresas), salvo a los Estados. De ellos sí se fiaban.

 

Todos los Estados tuvieron que inyectar fondos, en grandes cantidades, que pedían prestado a quienes agonizaban. Endéudate tú, para salvarme yo. Pero era el momento de hacerlo, era el momento para los planes E, para garantizar y avalar a los ciudadanos frente al sistema financiero.  Déjame sembrar ahora que ya recogeré la cosecha.

 

Pero los países se han endeudado tanto, para arreglar lo que no estropearon que ahora quien tiene el dinero; o quien es acreedor de la deuda (que es lo mismo, o mejor), desconfía.

 

Hay que reducir el déficit, tienes que poder pagarme lo que me has pedido. Aunque te hayas visto obligado a  solicitarlo por mi irresponsabilidad y avaricia sin fin en la gestión financiera. Si no: te embargo el euro. Y es que la economía europea de hoy no se diferencia mucho de la de cualquier familia española con sus miembros en el paro y una hipoteca.

 

Por eso son necesarias las medidas, para que confíen en la solvencia de nuestro país. Y por eso son tan drásticas, porque tienen que ser hoy y no mañana; no vaya ser que ya saquen nuestra moneda a pública subasta.

 

Zapatero no tiene más alternativa que tomar este camino, no queda más que apagar fuegos que no son provocados por los Gobiernos, sino por ese entramado oscuro y opaco de analistas, especuladores, inversores y fauna entrajetada en La City, Wall Street o Shangai.

 

Hay que solucionar el hoy, y hay que hacerlo entre todos y todas. Por eso la actitud del señor Rajoy es impresentable. No sé si ganará las elecciones, eso que tanto ansía, pero si el Gobierno español aplicara sus recetas actuales, no le quedaría, Estado español, al menos no le quedaría nuestro Estado del Bienestar. Pero ya sabéis la derecha no cree en el Estado del Bienestar, cree más en el libre mercado. Así nos va. 

Sólo espero, que cuando salgamos de ésta, se pueda; de verdad, como se decía en noviembre del 2008, construir un nuevo orden financiero internacional, más claro y democrático.

 

1 comentario

Juan -


Érase una un Presidente del Gobierno que mandaba en un mediano país del Sur de Europa. Era un gobernante optimista, sonriente, amigo de todas y todos, transversal, solidario, paritario y paritorio. Tan bueno era que cuando ya se apuntaban negros nubarrones de tormenta financiera decidió regalar 400 maravedís a cada uno de sus súbditos y 2.500 a aquellas mozas casaderas que dieran a luz. Y tan bueno era que lo mismo regalaba al molinero que al jornalero, que a la duquesa y a la mesonera.

Tan magnánimo que los súbditos volvieron a elegirle por otros cuatro años y aún cuando ya tronaba y diluviaba él, en su bondad, insistía en que el sol brillaba, que se trataba de unas nubecillas veraniegas, incluso presumía de haber superado al Conde de las Italias y que pronto alcanzaría al Marqués de la Francia, casado con la bella Brunilda.

Pero hete aquí que un mal día los malvados prestamistas y cambistas llegados de allende los mares echaron números y le pusieron al bondadoso gobernante la cuenta encima de la mesa. Y oh! sorpresa, lo que antes había sido miel sobre hojuelas trocóse en amarga hiel, y el bondadoso y transversal gobernante vióse obligado, sin culpa alguna, por supuesto, a tomar medidas desagradables y a explicarles a los súbditos que si, que esas gotas que se veían caer, esos truenos, esos rayos, eran una tormenta y no una ilusión Champions League. Y los gobernados, comprensivos, asintieron humildemente y comprendieron cuán sufrida es la tarea de gobernar.

Todos menos uno. El malvado Vizconde Rajalmendra, culpable del desastre porque gobernar no gobernaba pero quejarse mucho se quejaba.

Y fueron felices y comieron perdices, y a mi no me dieron porque no quisieron.