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¿Y POR QUÉ NO?

OTRAS CRISIS: MALÍ

OTRAS CRISIS: MALÍ

Cuenta la leyenda que un rey de Segukoro, peregrinó a La Meca. En su camino, a cada paso, arrojaba piedras preciosas, y el tesoro no se terminó. Esta simple historia refleja el carácter maliense: orgullo y generosidad. Orgullo de  ser una tierra con historia, un lugar milenario de paso y asentamiento entre el rico sur africano en piedras preciosas y el mercader norte.  Un país de intenso pasado y presente: multicultural y multirracial; pero de incierto futuro. Generosidad de quien sabe distinguir lo esencial: la comunidad, la familia y la solidaridad para sobrevivir ante las extremas dificultades actuales.

Miquel Barceló bebe de la cultura dogona en Sangha, Salif Keita o Diawará exportan su música, pero no sólo son ellos, el arte en Malí, está en todas partes. La música, las telas, la escultura, la artesanía se abalanza sobre ti en cada rincón, con ese constante regateo, ya en sus genes. Son los mejores comerciantes con los que te puedes encontrar. Pero no todo está en venta: no lo está el té que te ofrece el barquero que te lleva a esa isla frente a Segou, la raíz que una niña te ofrece en el país dogón o la noche a cervezas en esa discoteca.

Hoy están sufriendo una crisis, no la nuestra sino la de ellos, la que ocupa espacios residuales en los medios de comunicación y la que no está en las agendas políticas de los líderes europeos. Sus fronteras son obra de los europeos, no de su historia. Hemos puesto cerco al pueblo nómada Tuareg que desde hace decenios busca su independencia. Al Qaeda se aprovecha de la desigualdad y de los conflictos para crecer e intentar hacer de este país musulmán no extremista su nuevo Afganistán.

Mientras tanto, los ricos inversores del primer mundo echan una mano, ¡vaya si la echan!, e invierten en cereales y otros alimentos. Y quien podía comprar un kilo de arroz, hoy compra 200 gramos. Y se orientan todos los esfuerzos a la supervivencia básica, al comer. Y se deja de enviar a los niños a la escuela, y a las niñas más aún. Y se acaba el desarrollo y se cortan esperanzas, y los blancos no llegan, ni de turismo, ni a cooperar, ni a nada.

Y mientras tanto Europa mira a la final del domingo.

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