Una de las medallas de plata del Principado de Asturias se ha otorgado este año a la UTE de Villabona, quiero desde aquí darles la enhorabuena porque es el reconocimiento que merecen.
La política penitenciaria es, sin ninguna duda, uno de los pilares sobre los que se asienta la convivencia en paz en nuestra sociedad, y sin embargo, la situación de las prisiones y la situación de los internos es un tema que no ocupa grandes titulares ni suele estar en los primeros planos del debate político.
Quiero en estas líneas abrir un cauce para la reflexión sobre esa vertiente que también tienen los Centros Penitenciarios: la reinserción social de aquellos que cumplen penas privativas de libertad.
Tal y como decía Victoria Kent, las prisiones son el termómetro del desarrollo de una sociedad democrática. Por varios motivos, añadiría yo.
¿Para qué las prisiones? ¿Qué función social cumplen?. ¿Quiénes están internados en ellas?. ¿Cómo se inserta el recluso una vez que haya cumplido la pena?
Todas estas cuestiones han de responderse desde nuestro Estado de Derecho y desde una óptica positiva, a la vez que crítica y rigurosa con aquellas conductas que así lo requieran.
¿Para qué las prisiones? Es una pregunta que tal vez tenga tintes de simplicidad y obviedad, pero de la respuesta que se le dé depende mucho la política penitenciaria que se desarrolla en un país.
Hay una primera respuesta evidente y necesaria, las "cárceles" (término utilizado por quienes defienden sólo este concepto) son aquellos lugares donde las personas que han agredido a otras en sus derechos deben pagar por ello. Cárcel es igual a castigo merecido y por ello, un lugar donde se deposita a quienes no saben, o no quieren vivir en sociedad.
Este concepto es insuficiente según nuestros principios constitucionales. Los centros penitenciarios no sólo deben servir para eso. Son también lugares de reinserción social y de reeducación para que, quienes estén dentro, algún día, puedan convivir con el resto de los ciudadanos. Eso exige el análisis de las circunstancias que han conducido a muchos internos a las instituciones penitenciarias.
Casi un 28% de ellos cumplen condenas por delitos contra la salud pública. En su amplia mayoría son personas condenadas por su relación con el tráfico de drogas. No en todos los casos, pero una gran mayoría de quienes delinquen por tráfico de drogas y estupefacientes son, a su vez, drogodependientes. Es decir, al mismo tiempo son víctimas y verdugos.
El 46% de la tipología delictiva de la población reclusa se sitúan en delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico. En estas infracciones se presenta un alto porcentaje de personas que vienen "obligadas" a perpetrar el hecho delictivo para conseguir las sustancias de las que son dependientes.
La drogodependencia es una enfermedad, que en ocasiones disminuye ostensiblemente la libre voluntad y la capacidad de decisión. Los internos por haber cometido los hechos delictivos mencionados, tienen que tener en los centros penitenciarios una opción de cura y desintoxicación, o lo que es lo mismo, una opción de futuro.
El 72% de los internos en las prisiones españolas tiene menos de 40 años, y de ellos casi la mitad no superan los 30 años de edad. Estas cifras deben hacernos pensar en la importancia de su reinserción.
Una vez saldada su deuda, tienen una trayectoria vital por delante en la que deben poder desarrollarse íntegramente, como personas, a la vez que colaborar al desarrollo de nuestra sociedad.
Por ello es fundamental tener bien clara esta idea: las prisiones son un mecanismo que la soberanía popular establece para solucionar una conducta que atenta contra la sociedad misma, pero son simultáneamente también, una nueva oportunidad.
La Unidad Terapéutica Educativa del Centro Penitenciario de Villabona sabe mucho de lo que aquí se apunta. La UTE es un proyecto que nació hace más de diez años con el objetivo de crear en el corazón de esta prisión un espacio libre de drogas y de la terrible cultura carcelaria.
Su trabajo se basa en estos principios, realizando una importante tarea en el ámbito de la salud, ayudando a acabar con las drogodependencias de estas personas. A la vez, y no menos importante, establece mecanismos para la reeducación, la convivencia y el respeto que, junto a una importante actividad formativa, facultará la reinserción laboral de los internos cuando hayan cumplido sus penas.
La Unidad Terapeútica Educativa de Villabona se está convirtiendo en referente como modelo en el desarrollo de políticas penitenciarias de reinserción. Los internos, sus familias y toda la sociedad asturiana tenemos que estar agradecidos por la labor que Tino Zapico, director de esta UTE, su equipo y la actual dirección encabezada por Jose Carlos Diez de la Varga, han realizado en la última década, consiguiendo un merecido éxito, donde antes sólo había fracasos.
Es una importante labor que se está apoyando desde el exterior de los muros carcelarios. Las instituciones deben impulsar políticas públicas preventivas para reducir los índices delincuenciales. También es importante la implicación de Organizaciones sociales con el trabajo de la UTE, como Proyecto Hombre, Cruz Roja, Fundación Adsis o Amigos contra la Droga.
Estas políticas giran en torno a medidas formativas concretas, que fomenten la educación en valores y en ciudadanía. También en la colaboración ciudadana con la prevención como instrumento fundamental para ganar en eficacia en materia de seguridad ciudadana.
Para finalizar quiero resumir mi escrito en dos palabras: PREVENCIÓN Y REINSERCIÓN, como dos piezas claves para conseguir una sociedad más justa para todos. Conceptos ambos en los que la Unidad Terapéutica Educativa de Villabona es un ejemplo para todos.