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¿Y POR QUÉ NO?

LÍNEAS DE VIOLENCIA

LÍNEAS DE VIOLENCIA

En estas fiestas una come, va de fiesta, pasa frío y duerme, principalmente. Pero, después de que el dolor de cabeza pasa, después de que el sueño que sigue a una de esas comidas con platos dobles  se va y después de lograr estar más de dos minutos en casa he conseguido leer un par de libros. Porque es verdad, que no hay nada mejor que unos días libres para  coger un libro, tirarte en el sofá, taparte con una manta (porque eso de los 21 grados es la mar de ecológico, pero cuando llevas un ratos sentada sin moverte.... pasa lo que pasa) y, por supuesto, tener algo de chocolate a mano.

Estas fiestas me he apuntado a dos visiones y a dos denuncias de la violencia, gratuita para muchos y lucrativa para pocos:

  • "La chica que soñaba con una cerilla y un barril de gasolina", de Stiegg Larsson. Es la segunda entrega de la trilogía Millenium. Ver el artículo ""remix". Tiene otra vez, como telón de fondo la violencia sobre las mujeres, pero esta vez se detiene más en la prostitución y en la trata internacional de seres humanos con fines de explotación sexual, sobre todo de las mujeres de países del este.  Lo recomiendo, es un volumen de 600 páginas que te lo puedes leer en tres días. Engancha.
  • "El violonchelista de Sarajevo", de Steven Galloway. Me llevó toda la tarde del domingo. Es bonito y sencillo. Cuenta la historia de tres personas en el cerco a Sarajevo. En julio estuve en esta ciudad, y me impresionaron varias cosas de ella, la primera los contrastes, la mezcla de componentes totalmente dispares, y la diferencia sustancial de su gente, su arquitectura, su gastronomía, con las características propias de "lo europeo". Lo segundo, el rastro de la guerra. Tanto allí como en Mostar pudimos comprobar la huella del horror. Recuerdo la Biblioteca de Sarajevo, todavía en ruinas, y símbolo de destrucción más dolorosa, la de la cultura, la de la razón, la de la historia de un pueblo. ¿Cómo pudo "lo europeo" ignorar Sarajevo durante tres años?

1 comentario

Sergio -

Es triste no querer ver, Almu, pero más triste sería no aprender.... Cuando pienso en Sarajevo, siempre me acuerdo de los viejos billetes de 2.000 pesetas, cuando, con la caligrafía original de Benito Pérez Galdós, citaban aquel "y entre los muertos siempre habrá una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde". Mientras quedemos personas con un poquito de sensibilidad ( el que suscribe cree tener una poca) que hayamos vivido el sitio de Sarajevo, aun cuando, como en mi caso, fuese desde la comodidad de las páginas de los periódicos, habrá siempre una lengua para recordar y decir que el modelo de sociedad pluricultural en que no pocos creían en Sarajevo, y que pudo ser un ejemplo para todos los Balcanes existió, y seguramente sigue existiendo en no pocos corazones. Por cierto, lo recuerdo también cuando algunos, con el Vaticano a la cabeza (que, recordémoslo, no es estado miembro de la UE) propugnan que de haber una Constitución Europea, haga alusión a las raíces cristianas de Europa. Europa tiene unas raíces profundamente multiculturales, como se demostró en nuestra península en el reinado de Alfonso X, o con la Escuela de Traductores de Toledo.

Más me dolería aún que se olvidase Srebrenica. Leo hoy, con orgullo indisimulado, que muchos no la hemos olvidado. Sé sólo hoy por la prensa que el General Villegas no dudó en echar a perder su meritoria carrera militar, que incluye la jefatura del contingente en Kosovo, o la de la BRICAP en Afganistán, tratando de evitar que la tragedia acaecida bajo mando holandés se repitiera en Congo, ante la impotencia de la MONUC, y bajo su mando teórico, que no real ni efectivo. Podía haber consolidado la tercera estrella de su uniforme, la de Teniente General, y prorrogar su servicio activo. Pero no quiso que esa estrella le recordase para siempre miles de vidas perdidas ante su impotencia, lo denunció a su superior británico, y dimitió, volviendo a su oficio de General de División y teniendo que pasar prematuramente a la reserva. No fue como aquellos generaluchos franceses de la preciosa Senderos de gloria, no quiso cambiar estrellas en su guerrera por sangre de sus subordinados y de sus supuestos protegidos a los que no podía proteger. Es una satisfacción, conocer historias como esta. Es grato saber que si yo hubiera nacido más tarde, no hubiera objetado de conciencia al servicio militar en plena guerra fría. En 1988 yo no quería , bajo ningún concepto, poder verme en la tesitura de tener que matar a un hermano de esta única Humanidad que tenemos, si a Yugoslavia le hubiese dado por atacar Trieste. Con gran gusto y orgullo, en cambio, hubiese ido a Mostar, a Kosovo o a Sarajevo en misión humanitaria, o a proteger vidas de civiles, bajo mando de oficiales como éste.