DESCONSOLAD@S Y DESCONCILIAD@S
Hoy los lloros se hacen más patentes, los mocos se descuelgan de pequeñas narices y los ojos se tiñen de rojo. Muchos peques empiezan su rutina a la vez que sus padres y madres. Las guarderías abren sus puertas, a medio gas durante el verano. También los corazones se encogen un poquito, las horas del día tienen otro sabor y los espacios de casa cobran otra dimensión más triste y desoladora.
Se achaca a la presencia cada vez más contundente de la mujer en el mercado laboral la necesidad de creación de escuelas públicas de 0 a 3 años. En las últimas dos décadas, el número de trabajadoras de 20 a 49 años se ha duplicado hasta los 6,3 millones, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Los políticos se llenan la boca en cada período electoral ofreciendo más guardería públicas. Asistimos con atonía a una guerra de cifras, a ver quién añade más ceros en la creación de espacios donde dejar a nuestros niños y niñas mientras se trabaja, quien tenga la suerte de trabajar.
La cuestión no es sólo de cantidad es de fondo. El debate debe surgir en torno a una verdadera conciliación de la vida laboral y familiar para todos y todas. No se requieren guardería porque las mujeres se incorporen a un puesto de trabajo, se requieren porque no tenemos nuestra sociedad organizada para permitir la convivencia de la familia y del trabajo.
Unas horas de cuidado y estimulación de los bebés son necesarias, por supuesto; pero también lo es que los y las progenitoras tengan tiempo para criar, educar, y por qué no, disfrutarlos.
Una nueva organización del tiempo del trabajo es absolutamente necesaria. Se hace ineludible un cambio en los pocos productivos horarios laborales españoles, creados por una sociedad patriarcal donde el padre no requería tiempo para la familia, ya que la madre estaba en casa.
Jornadas partidas, descansos al mediodía eternos y horarios comerciales que tienden hacia el infinito no conseguirán sacarnos de la crisis;pero sí empeorar aún más nuestra calidad de vida y la de nuestros pequeños y pequeñas.
El sacrificio de la mujer, o el sacrificio de los abuelos no puede ser la base de nuestra economía. Algo no funciona y hay que cambiarlo. Como prueba echemos un vistazo a nuestra pirámide poblacional.
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