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¿Y POR QUÉ NO?

MUJERES ASTURIANAS: ESTHER

MUJERES ASTURIANAS: ESTHER

 ¿Es lo mismo “hacer la historia” que “hacer historia”? La Historia la hacemos todos y todas en nuestro día a día. Las creencias, la cultura, el sentir de cada momento lo es. El simple hecho de comprar una barra de pan y todo lo que ello trae consigo es Historia. Porque, ¿quién compra la barra? ¿Quién obtiene el dinero y cómo? ¿Quién se la come? Son cuestiones fundamentales que no salen en los libros  pero que conforman nuestra realidad continuamente.

 

Sin embargo, realizar algo  tan importante como para perder el anonimato, bueno o malo, lo han logrado no muchas personas. Esas son las que han hecho historia. Hombres ensalzados y mujeres escondidas.

 

Así que yo quiero que esta entrada sea para dar a conocer, en la medida de mis posibilidades,  a una de esas personas que no “hacen historia” pero que sí contribuyen  a “la Historia”, con mayúsculas: Mi güela Esther.

 

Nació un 5 de octubre de 1939 en Sierra, Nava. Era la cuarta hermana y todavía le quedaban otros seis  por venir, dos no vivirían. Su madre Pilar, otra mujer para el recuerdo, y su padre Gaspar, minero borrachín y juerguista que se pasaba el tiempo entre el pozu, la cantina y el monte. Fue niña, pero en el 43 ya trabajaba yendando vaques por un huevu cociu. Y desde allí  hasta ahora no ha parado un solo día.

 

Pudo ir a la escuela y sabe leer y escribir, aunque tiene una hermana a la que olvidaron llevar al colegio, había otras prioridades, relacionadas con el comer y el vivir. Los domingos iba al baile, porque entre la miseria de los perdedores también hay lugar para la alegría. Se enamoró de un minero, Emilio, bueno, pero que no estuvo acompañado por la suerte. Un temprano accidente en la mina le dañó de por vida, y Esther se dedicó a cuidarle y atenderle; a ir todos los días a Oviedo a diálisis, a criar a sus tres hijos y a no perder el buen humor; ni su cabezonería hereditaria.

 

La  primera nieta se encontró con una abuela que no guardaba rencor. Su pasatiempo preferido era romper huevos en el suelo, que su güela le daba, sólo por escuchar su risa, sin pensar en su primer huevo cocido. Que no os falte lo que a mí me faltó.

 

Y a los 49 se queda sola. Pero la vida no se acaba. Le gusta bailar, silbar en las bodas e ir de excursiones. Sigue cocinando para todos y haciendo tupers y confunde todas las telenovelas de la tele.  Ahora le ha tocado un buen pellizquín, el Gordo existe. Reparte más que parte y sigue levantándose a las seis de la mañana porque “tiene mucho que hacer”

 

¡Qué razón tiene! Está construyendo la Historia.

 

 

 

 

3 comentarios

marian -

Todo lo que dices es cierto, pero dejas muchas cosas sin comentar, claro que entonces necesitarias un libro (de los gordos). Te falta sobre todo su buen humor, y disposición en cualquier momento para todos, por supuesto sus chorizos y la gran persona que es.
Un abrazo fuerte para las dos.

ALMU -

Gracias, Juan. Se me olvidó poner los chorizos que hace...

Juan -

Una historia preciosa, Almudena, dejando a un lado cuestiones de género (visibilizaciones, transversalizaciones, todos y todas somos y son, etc) me parece la historia de una persona, que a como tantas otras les tocó pasar las de caín y salir adelante, y lo hicieron, y gracias a su sufrimiento estamos hoy aquí.
Dai un beso a la to güela de mi parte.