Este fin de semana terminé Los Borgia de Mario Puzzo. Es una novela increíble por la agilidad y la construcción de los personajes pero, fundamentalmente porque es una historia muy instructiva. El rigor histórico, artístico y filosófico consiguen que entres de lleno en el Renacimiento italiano, esa época humanista y de color de rosa, que como todas no lo era tanto. La maldad, el vicio y la degradación moral no eran meros actores secundarios.
La figura de Alejandro VI, Rodrigo Borgia, ha hecho (fijaros todavía ejerce influencia después de tanto tiempo), que reflexione acerca del papel de la Iglesia en la historia y de sus repercusiones en la sociedad actual.
Por la instauración de la Iglesia, por la gloria de Dios en la tierra, el Papa Borgia, mataba, conspiraba, comerciaba, casaba y descasaba, partía el nuevo mundo en dos, unificaba la península italiana, comía, bebía y follaba. Todo eran designios divinos, incluso cuando utilizaba a su hija Lucrecia como mercancía en los diferentes matrimonios interesados.
Hay unos hombres (y aquí no estoy utilizando el masculino genérico), que han sido bendecidos por la gracia de Dios y son poseedores de la verdad. Estos hombres no deben sufrir, no pueden tener límites en sus conocimientos, ni en los placeres de la vida, porque el destino ha reservado para ellos la indulgencia divina. Para el resto de los mortales nos queda el sufrimiento y el dolor, porque sólo de esta manera sabremos apreciar el don de la vida más allá de la muerte. Si el hijo de Dios sufrió y murió por nosotros, por qué ellos van a hacerlo de nuevo.
Sin embargo, bajo la coartada del mandato de Dios, estaba el enriquecimiento personal de una familia, Los Borgia. Fortalecer la Iglesia era ganar más territorios y llenar las arcas. Las buenas obras y los sermones, se los lleva el viento.
¿Han cambiado las cosas desde el Siglo XVI? Evidentemente la sociedad ha evolucionado, la sociedad de masas actual, el mayor acceso a la información por parte de la ciudadanía, el mayor grado de educación que en algunas partes del mundo tenemos, exige que haya que cuidar las formas, pero el contenido no dista mucho.
Ratzinger y compañía publican bulas, encíclicas, libros y creo que hasta DVD, aleccionando sobre Dios, el limbo, el purgatorio y lo que haga falta.
Pero la Iglesia actual sigue siendo garante de una sociedad patriarcal y machista, donde una parte de la humanidad, la femenina, se encuentra sometida, social y económicamente a la otra, el aborto se prohíbe, el divorcio se prohíbe, los métodos anticonceptivos se prohíben, libros y películas que se condenan, como fórmula de control que impide que nuestro pensamiento sea totalmente libre.
Asignaturas como la de Igualdad para la Ciudadanía, se condena alegando que es una ataque a los valores tradicionales de la familia, cuando en ella se destacan los valores universales de respeto a los derechos humanos, con la familia como una de nuestras instituciones básicas. ¿No será que está en peligro su control sobre una parte importante de la educación, con implicaciones económicas? ¿No es que pierden poder?
Antes era la defensa de un patrimonio familiar, hoy es la defensa de un gran conglomerado económico. Mientras tanto, no las arcas, sino las cuentas corrientes, siguen creciendo: bancos, las cadenas de radio, patrimonio artístico, editoriales. Si me dieran a elegir una empresa en el mundo no sé si elegiría Microsoft, o la iglesia católica.
César Borgia, como consecuencia de la sífilis que le destrozó el rostro, llevaba siempre una máscara. La Iglesia Católica actual también la lleva, pero ¿a causa de qué?